No me arrepiento de Nada

No es que estuviera buscando una entrada especial para despedir el año, fue mas bien que últimamente el duende se ha alejado un poco no es que el tiempo no me de para escribir, es que estoy al frente de este monitor y los dedos no se mueven...

Pero hoy me he topado con Gioconda Belli, y me dio por leerla, sucede que he llegado a este poema "No me arrepiento de nada" y me pareció perfecto para cerrar este año.

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.

Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio, me inspiran.

Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo, me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador y, a veces, cedo a sus miradas de reproche y quiero ganarme la aceptación universal, ser la "niña buena", la "mujer decente" la Gioconda irreprochable.

Sacarme diez en conducta con el partido, el estado, las amistades, mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.

En esta contradicción inevitable entre lo que debió haber sido y lo que es, he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-

transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones a las mujeres internas que, desde la infancia, me retuercen los ojos porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable, que se enamora como alma en pena de causas justas, hombres hermosos, y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada, e hice el amor sobre escritorios -en horas de oficina- y rompí lazos inviolables y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso con que los genes de todos mis ancestros me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones. No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo, cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos, siento las lágrimas pujando; veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo, blandiendo condenas contra mi felicidad.

Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí contra esta mujer hecha y derecha,
plena.

Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas que, por mi madre y contra ella, me gusta ser.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario